lunes, 22 de diciembre de 2008

La lucha eterna (Capítulo 1)

El viento arrojaba invisibles arpones de frío a aquellos incautos viajeros que se atrevían a internarse en el bosque. La gruesa capa de cuero tiznada de verde servía de poca defensa contra la baja temperatura. Pese a su grande complexión y ancho pecho, la figura se movía pesada sobre el terreno nevado. De su capucha surgía un vaho que dejaba en el aire una estela por donde había pasado. El rechinar de los anillos de la cota de mallas y los golpes de las empuñaduras de sus espadas gemelas contra el cinturón, retumbaban en la noche como si un animal de metal se deslizara por el frondoso terreno. De repente, la figura se detuvo. Su mano, cubierta por un guante, alzó su capucha para ver en la distancia. Más allá de las lindes del bosque que estaba cruzando, una serpiente de humo nadaba en el aire buscando las estrellas. La posada no andaba lejos. Un poco de calor le vendría bien. Apretó el paso y se dirigió en dirección a la sierpe blanca que se perdía en el horizonte.

La puerta de la posada se hallaba cerrada pero por debajo se deslizaban olores sugerentes y la luz sinuosa del las llamas y el crepitar de la madera prometían el calor que llevaba tiempo buscando. Sin dudar un instante, empujó el portón y su maderá crujió. Sin esfuerzo y con determinación cruzó el umbral y cerró la entrada tras de sí. Sus botas de metal chasquearon en el suelo empedrado. La sala era amplia. Unas cuantas mesas con sus correspondientes sillas y una chimenea a un lado. Sobre ésta la cabeza de un jabalí blanco parecía observar a todos los presentes. En el fondo una escalera subía hacia las plantas superiores y , justo debajo, una barra servía de apoyo a un hombre de complexión fuerte y delantal manchado que parecía ser el posadero. En la sala no había mucha gente. Unos buhoneros en una esquina. Y dos aventureros aburridos jugaban a los dados cerca a la chimenea.

La sonrisa del nuevo comensal, apenas se hizo perceptible enbozado en su capucha. Se quitó los guantes mientras se dirigía a una mesa cercana a las escaleras y ,sin parar de andar, sus dedos quitaron el broche de la capa verde que cubría su cuerpo. Mientras se quitaba la capa de los hombros, trozos de nieve y hielo se esparcieron por el suelo. Debajo de esa capa había un jubón de color oscuro con runas bordadas en color marfil. Debajo de este se podía adivinar una cota de mallas. A ambos lados de la cintura se hallaban dos espadas de igual tamaño envainada en dos vainas rojas oscuras, tambien cubiertas de letras mágicas. Dejó la capa en la silla de al lado y se sentó en la mesa.

El mesonero se dirigió a él con la mejor de las sonrisas que podía poner, ya que le faltaban algunos dientes. Su calva parecía brillar ante la luz de la chimenea y las antorchas.

-¿Puedo ofrecerle algo viajero? ¿Comida, bebida, alojamiento?.

El viajero alzó lentamente su mirada para buscar la de su interlocutor, su cara era blanca, casi se diría gris y sus cabellos de un amarillo que casi se diría dorado. Sin mostras gesto alguno sus labios se abrieron y una voz grave y fría como el tiempo de la noche contestaron

-Comida, y bebida tambien por ahora. En cuanto a lo del alojamiento. Ya veremos. Quiero algo caliente para mi estómago y bebida templada para mi espiritu.

La barba del posadero hizo díficil notar que sus labios mostraban miedo ante la voz del cliente. Y se retiró sin decir nada más. Pero mientras se dirigía a traer la comanda su mente estaba mas fijada en los ojos de color escarlata que le había mirado como un depredador. Había algo en ese hombre que le hacía sentir un escalofrío en el espinazo.

Al rato volvió con la comanda y ser retiró de nuevo.

El hombre de ojos rojos comió con avidez y bebió como si fuera el primer líquido que tomaba en años. Una vez estuvo satisfecho. Buscó al posadero con la mirada y cuando lo halló hizo un gesto para que se acercara.

El barbudo se acercó intentando que no notara su miedo

-¿Le puedo traer algo más, señor?

El viajero hizo una pausa larga en la que miraba con sus ojos semientornados a los del posadero, que se sentía nervioso, como si estuviera mirando a una serpiente.

-¿Que pasó con Nicolás, el antiguo posadero?-rompió a decir, por fin.

El hombre, que se tenía abrazada una bandeja al pecho, alzó las cejas sorprendido.

-Murió el año pasado, su hija me vendió esto a principios de primavera. ¿Le conocíais?

El hombre de ojos carmesí , sonrió mostrando una dentición perfecta.

-Digamos que por mi trabajo nos vimos en muchas ocasiones...

-¿A que os dedicáis, pues?-preguntó sin pensar el hombre sin pelo, y por un segundo se dió cuenta de que había sido muy curioso- ...Si se os puede preguntar- añadió.

Sin bajar la mirada, el viajero le hizo un gesto de que no se preocupara.

-No es problema. Me dedico a guiar a aventureros.

La curiosidad guió la siguiente pregunta.

-¿Por las montañas?

De nuevo la sonrisa hizo brillar esos ojos de rubí que tanto miedo le dieron al dueño de la posada.

-No... Les guió por el Castillo del Shiagarmoth.

El posadero dejó escapar un suspiro y se llevó una mano a la boca dejando caer la bandeja. Pero el hombre con el que hablaba con un rápido gesto la cazó antes de que tocara el suelo.

-Se... S. ¿Se refiere al Castillo del Mal Profundo...? ¿Al castillo del hechicero supremo al que ni la muerte pudo vencer...?

Dándole la bandeja con tranquilidad habló de nuevo con una voz grave y susurrante.

-Ese mismo...

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Las tres puntas del triángulo (Capítulo Final)

Mi mente estaba difusa y me dolía la cabeza, aparte de tener al menos dos chichones... Mi cara olía a una mezcla de orín y desinfectante con esencia de limón... Vamos, lo que se dice un buen despertar.

La muy guarra tenía un cómplice... ¿El forense que le ayudó a pasar el cadaver de su asesinado marido como un simple infarto?, ¿El administrador sevillano...? ¿Algún otro al que había convencido con sus malas artes y sus buenas carnes...?... Muchas preguntas y yo lo único que tenía era una mente nublada, cefalea y una mala hostia del copón...

Me incorporé mientras miraba el reloj. Habría pasado una hora desde el incidente. Quizás tendría suerte y los pillaría antes de que cogieran el avión. Cuando me puse de pie, quizás por hacerlo muy rápido o por las leches recibidas, perdí el equilibrio momentaneamente. Salí dando tumbos del servicio de señoras para encontrarme a una asistenta de la limpieza (asi las llaman ahora) mirándome con cara de asco. "¡Lo que faltaba!", pensé para mí "Encima de ser apaleado que se crean que soy un pervertido, vaya un díita."

Cogí el móvil sin hacer caso a los improperios que me gritaba la señora que buscaba con su mocho hacerme mas chichones y puse distancia entre nosotros. No era mi día de suerte, acababa de despegar el avión y se dirigía rumbo a Zurich como debiera hacer. Se había librado... O no... Fuí a una cabina del aeropuerto. Volví a llamar a la empresa y puse la voz con el mayor acento árabe que pudiera hacer.

"Li habla Al-famir El fayah, himos puesto una bomba en su avion SA264 con distino Zurich." pese a la solemnidad del acto y el marrón que me podía caer, tuve que contener mi risa y estuve a punto de decir "¿Está Guzman el bueno?....Qui si asome..." como en el viejo chiste de Arévalo.

Y esperé que con el acojone general del terrorismo en el mundo ordenaran bajar al avión...

Pero ya lo dije, no fué una buena semana. Lo bajaron... , en París. Pese a que me puse en contacto con el comisario y me dispuse a pedir una apoyo logístico, no me dejó hablar una sola palabra. Solo me mandó a tomar por saco y me colgó. Me fuí a casa y terminé el día entretenido con betadine y gasas.

Cuando me desperté por la mañana y me dirigía al kiosko a comprar el Marca, mis ojos se posaron en un diario esos de noticias no deportivas y en su portada ponía : "Amenaza terrorista causa conmoción en el Charles de Gaulle" "¡Que raro!" pensé para mí "Yo creía que habían aterrizado en París". En las páginas interiores ademas de enterarme de que ese era el nombre de aeropuerto de la capital francesa, ví una foto en la que los pasajeros increpaban a una azafata y... no me lo podía creer... Salía la maldita viuda y a su lado (Y estuve tentado de llamar a Iker Jiménez) estaba su difunto marido de cuerpo presente. Eso me hizo atar cabos y el porque de que no se hallaba al administrador ni al forense...

Entonces es cuando una semana de mierda se hizo buena.

Os pensaréis... Con esos datos, consiguió hacer una orden de extradicción y capturan a los asesinos. Pues no, esos malditos estarán en Brasil viviendo la vida loca e hinchandose a Caipirinha.

Entonces , pensareís, resolví habilmente el caso y así mi jefe y mis superiores se dieron cuenta de mis aptitudes y tuve un ascenso... Pues no, ¿Para qué? Esos malditos estaran descubriendo ahora el cadaver del administrador en el ataúd de Jaume Clavell.

Y entonces ¿Que hice? Pues lo más inteligente... Vendí la historia a la prensa y me gané un dinero que me permitió cenar en restaurantes buenos y vivir como me merezco...

Eso si, soy un informante anónimo y sigo trabajando en la policía...

sábado, 13 de diciembre de 2008

Las tres puntas del triángulo (Capítulo 5)

Atrapado en el ascensor me maldecía por no ser mas alto, mas duro o al menos por no hablar alemán. De repente un sonido atravesó el hotel como una flecha vibrante . Una alarma. Parecía que habían metido una avispa loca en una campana ¡Que sonido mas desagradable!

El elevador subía pesadamente y fuera se escuchaban pasos desordenados y gritos. Me cago en todo. Sabía que llegaba tarde. La lenta agonía de mi viaje llego a su fin y con un ping ahogado por el ensordecedor tintineo del aviso, la puerta se abrió. Salí lo mas deprisa que pude, viendo como alguien esperaba al ascensor para bajar. Me abrí paso entre gente desorientada y personas que por lo visto no se leyeron lo de "En caso de incendio no use el ascensor". Hasta que llegué a la habitación del señor Ekain. La puerta estaba entreabierta.

Deslizé mi mano hacia la pistola y la saque de la funda lentamente. El corazón me bombeaba tan fuerte que no escuchaba el aullido de la alarma. Con el pie abrí la puerta con cuidado mientras mi mano derecha levantaba el arma, que sujetaba firmemente desde abajo con la izquierda. Otra cosa que odio de los americanos, entran en las salas y mueven las pistolas como locos. La de muertos que habría en la realidad. En el suelo ví un pie y, debajo de él, un charco de sangre se extendía como una inundación de hemoglobina sobre la moqueta. ¡Mierda! ¡Mierda y tres veces mierda! Me caía bien ese tío...

El resto parece que se acelera en mi memoria. Aseguré la habitación para ver que no había nadie. Alguien canceló la alarma y un rato largo mas tarde, mucho despues de haber llamado a mis compañeros, un bombero apareció en la habitación. Le enseñé mi placa con desgana y esperé a que los compañeros vinieran a ver el estropicio. No tenía que esperar al levantamiento del cadaver ni a la posterior autopsia para saber la causa de la muerte. El pobre calculín tenía un maldito agujero del tamaño de una castaña en la cabeza. ¡Mierda! Esa era la única cosa que cruzaba mi mente. 10 minutos antes de su muerte yo estaba ahí. Y por solo unos segundos no pude evitar su asesinato. Y esa preciosa angel de la muerte como la llamaría algun guionista de las películas de Humprey Bogart se había escapado en mis napias. No tenía que mirar en su cartera para saber que la tarjeta ya no estaba allí.

Llegaron mis compañeros y presté declaración. Cuando estaba contando lo sucedido, apareció él. El capullo de mi jefe estaba rojo, como atomatado apunto de comerme con patatas... Apartó al agente que apuntaba que se yo qué cosas en una libreta mientras me preguntaba, y me gritó como si yo mismo hubiera apretado el gatillo:

-¡Valiente capullo inutil de mierda!- ("Ha dicho todos los insultos que conoce en la misma frase" pensé para mí)- ¿Esto es proteger a un testigo para tí? ¿Es que no sabes hacer nada bien?. Ten por seguro que esto no quedará así. Tengo que tomar yo las riendas de la investigación de este triple asesinato... (¿Triple? ¡Que cabrón! Que rápido había aceptado lo que antes no quiso)

Me dejó mirándole como un idiota sin saber que decirle...

-Pero ¿Que haces mirándome? Tira para la comisaría y escribe un puñetero informe de todo lo que ha ocurrido que quiero en mi mesa para hace dos días...( El muy idiota adoraba hablar como un personaje de Comic)

Sin pensarlo dos veces me giré y me fuí directo a la salida del hotel cruzándome con gente curiosa, desorientada y policías. Pero antes de poner mucha distancia entre mi jefe y yo escuché algo que me hizo cabrearme aún más...

-Ramirez, llamé a central y pida que se levante el cuerpo de ese tipo catalán que murió el otro día... ¿Como cojones se llamaba?

Me paré y dije en voz alta:

-Se llamaba Jaume Clavell Arnau

Mi jefe se giró como un perro que olisqueara mierda...

-¡¿QUE COÑO HACES TODAVÍA AQUÍ?! ¿Te deletreo el vete a tomar viento....?

Sin siquiera girarme a mirarle la cara seguí mi camino

-Como decía preparen el levantamiento del cadaver de un tal Jaume Clavell Arnau que falleció en Cataluña hace poco tiempo...

Podría haberle corregido de nuevo y eso... pero el ascensor ya estaba delante mía.

Mientras bajaba de nuevo por el camino de mi vergüenza mi cerebro no paraba de darle vueltas al caso. La maldita había matado a su marido, y a sus dos socios. ¿Y ahora qué? Ya tenía la tres llaves... De repente una bombilla se iluminó en mi cabeza... Si lo tenía todo, el próximo paso era ir a Suiza...

En cuanto el ascensor se detuvo en la planta baja llamé por telefono al aeropuerto, mi suerte empezaba a cambiar, no había vuelos directos a Suiza hasta dentro de dos horas. Podría haber cogido uno con escalas, pero iba a ganar mucha pasta. Iría en primera y en directo...

Cogí un taxi y me dirigí al aeropuerto. Mientras iba en él, me acordé de los precios de estos vehículos en Madrid. Lo que suponía que estaría comiendo comida enlatada hasta el final del mes.

Estuve dando vueltas por el aeropuerto durante un largo tiempo hasta perder la esperanza. Pero... mi intuición era cierta. La preciosa viuda alegre cruzó con una gabardina y gafas oscuras delante de mí, dirigiendose hacia una zona poco transitada de barajas. La zona en cuestión estaba en obras y apenas había gente, en su mano izquierda tenía una bolsa de plástico aparentemente pesada. Supuse que sería el arma homicida y la ropa. Querría deshacerse de ello. Por un momento pensé en pedir refuerzos... Pero con el carácter de mi jefe solo me traería problemas...

De repente ví como se metía en un aseo de mujeres y pensé. Ahora o nunca , la pillaré con las manos en la masa. Entré tras de ella sin pensármelo dos veces y la encontré agachada poniendo la bolsa en un rincón bajo los lavabos.

-¡Quieta! ¡Policía!-dije con mi arma desenfundada- No haga movimientos bruscos y lenvantese lentamente con las manos sobre la cabeza.

La mujer hizo muy despacio lo que dije y se giró para mirarme, realmente era muy guapa.

-Señor agente, le juro que no he hecho nada simplemente me quería retocar el maquillaje, no sabía que esta área fuera restringida...

Su cara era de angelito que no hubiera roto un plato.

-No me sea idiota. Sé quien es usted. Es la viuda de Jaume Clavell y acaba de matar a Ekain.. Erabi...esto... Al señor Ekain... No haga movimientos bruscos y se una niña buena, luego contará su cuento de hadas en comisaría- le dije mientras me acercaba a ella.

¡Puuf! Un golpe muy fuerte en la sien me tiró al suelo de frente y mi pistola rodó por el suelo. Un segundo golpe me apagó las luces definitivamente... Y todo se volvió negro...

De nuevo me acordé de que era un capullo...