sábado, 13 de diciembre de 2008

Las tres puntas del triángulo (Capítulo 5)

Atrapado en el ascensor me maldecía por no ser mas alto, mas duro o al menos por no hablar alemán. De repente un sonido atravesó el hotel como una flecha vibrante . Una alarma. Parecía que habían metido una avispa loca en una campana ¡Que sonido mas desagradable!

El elevador subía pesadamente y fuera se escuchaban pasos desordenados y gritos. Me cago en todo. Sabía que llegaba tarde. La lenta agonía de mi viaje llego a su fin y con un ping ahogado por el ensordecedor tintineo del aviso, la puerta se abrió. Salí lo mas deprisa que pude, viendo como alguien esperaba al ascensor para bajar. Me abrí paso entre gente desorientada y personas que por lo visto no se leyeron lo de "En caso de incendio no use el ascensor". Hasta que llegué a la habitación del señor Ekain. La puerta estaba entreabierta.

Deslizé mi mano hacia la pistola y la saque de la funda lentamente. El corazón me bombeaba tan fuerte que no escuchaba el aullido de la alarma. Con el pie abrí la puerta con cuidado mientras mi mano derecha levantaba el arma, que sujetaba firmemente desde abajo con la izquierda. Otra cosa que odio de los americanos, entran en las salas y mueven las pistolas como locos. La de muertos que habría en la realidad. En el suelo ví un pie y, debajo de él, un charco de sangre se extendía como una inundación de hemoglobina sobre la moqueta. ¡Mierda! ¡Mierda y tres veces mierda! Me caía bien ese tío...

El resto parece que se acelera en mi memoria. Aseguré la habitación para ver que no había nadie. Alguien canceló la alarma y un rato largo mas tarde, mucho despues de haber llamado a mis compañeros, un bombero apareció en la habitación. Le enseñé mi placa con desgana y esperé a que los compañeros vinieran a ver el estropicio. No tenía que esperar al levantamiento del cadaver ni a la posterior autopsia para saber la causa de la muerte. El pobre calculín tenía un maldito agujero del tamaño de una castaña en la cabeza. ¡Mierda! Esa era la única cosa que cruzaba mi mente. 10 minutos antes de su muerte yo estaba ahí. Y por solo unos segundos no pude evitar su asesinato. Y esa preciosa angel de la muerte como la llamaría algun guionista de las películas de Humprey Bogart se había escapado en mis napias. No tenía que mirar en su cartera para saber que la tarjeta ya no estaba allí.

Llegaron mis compañeros y presté declaración. Cuando estaba contando lo sucedido, apareció él. El capullo de mi jefe estaba rojo, como atomatado apunto de comerme con patatas... Apartó al agente que apuntaba que se yo qué cosas en una libreta mientras me preguntaba, y me gritó como si yo mismo hubiera apretado el gatillo:

-¡Valiente capullo inutil de mierda!- ("Ha dicho todos los insultos que conoce en la misma frase" pensé para mí)- ¿Esto es proteger a un testigo para tí? ¿Es que no sabes hacer nada bien?. Ten por seguro que esto no quedará así. Tengo que tomar yo las riendas de la investigación de este triple asesinato... (¿Triple? ¡Que cabrón! Que rápido había aceptado lo que antes no quiso)

Me dejó mirándole como un idiota sin saber que decirle...

-Pero ¿Que haces mirándome? Tira para la comisaría y escribe un puñetero informe de todo lo que ha ocurrido que quiero en mi mesa para hace dos días...( El muy idiota adoraba hablar como un personaje de Comic)

Sin pensarlo dos veces me giré y me fuí directo a la salida del hotel cruzándome con gente curiosa, desorientada y policías. Pero antes de poner mucha distancia entre mi jefe y yo escuché algo que me hizo cabrearme aún más...

-Ramirez, llamé a central y pida que se levante el cuerpo de ese tipo catalán que murió el otro día... ¿Como cojones se llamaba?

Me paré y dije en voz alta:

-Se llamaba Jaume Clavell Arnau

Mi jefe se giró como un perro que olisqueara mierda...

-¡¿QUE COÑO HACES TODAVÍA AQUÍ?! ¿Te deletreo el vete a tomar viento....?

Sin siquiera girarme a mirarle la cara seguí mi camino

-Como decía preparen el levantamiento del cadaver de un tal Jaume Clavell Arnau que falleció en Cataluña hace poco tiempo...

Podría haberle corregido de nuevo y eso... pero el ascensor ya estaba delante mía.

Mientras bajaba de nuevo por el camino de mi vergüenza mi cerebro no paraba de darle vueltas al caso. La maldita había matado a su marido, y a sus dos socios. ¿Y ahora qué? Ya tenía la tres llaves... De repente una bombilla se iluminó en mi cabeza... Si lo tenía todo, el próximo paso era ir a Suiza...

En cuanto el ascensor se detuvo en la planta baja llamé por telefono al aeropuerto, mi suerte empezaba a cambiar, no había vuelos directos a Suiza hasta dentro de dos horas. Podría haber cogido uno con escalas, pero iba a ganar mucha pasta. Iría en primera y en directo...

Cogí un taxi y me dirigí al aeropuerto. Mientras iba en él, me acordé de los precios de estos vehículos en Madrid. Lo que suponía que estaría comiendo comida enlatada hasta el final del mes.

Estuve dando vueltas por el aeropuerto durante un largo tiempo hasta perder la esperanza. Pero... mi intuición era cierta. La preciosa viuda alegre cruzó con una gabardina y gafas oscuras delante de mí, dirigiendose hacia una zona poco transitada de barajas. La zona en cuestión estaba en obras y apenas había gente, en su mano izquierda tenía una bolsa de plástico aparentemente pesada. Supuse que sería el arma homicida y la ropa. Querría deshacerse de ello. Por un momento pensé en pedir refuerzos... Pero con el carácter de mi jefe solo me traería problemas...

De repente ví como se metía en un aseo de mujeres y pensé. Ahora o nunca , la pillaré con las manos en la masa. Entré tras de ella sin pensármelo dos veces y la encontré agachada poniendo la bolsa en un rincón bajo los lavabos.

-¡Quieta! ¡Policía!-dije con mi arma desenfundada- No haga movimientos bruscos y lenvantese lentamente con las manos sobre la cabeza.

La mujer hizo muy despacio lo que dije y se giró para mirarme, realmente era muy guapa.

-Señor agente, le juro que no he hecho nada simplemente me quería retocar el maquillaje, no sabía que esta área fuera restringida...

Su cara era de angelito que no hubiera roto un plato.

-No me sea idiota. Sé quien es usted. Es la viuda de Jaume Clavell y acaba de matar a Ekain.. Erabi...esto... Al señor Ekain... No haga movimientos bruscos y se una niña buena, luego contará su cuento de hadas en comisaría- le dije mientras me acercaba a ella.

¡Puuf! Un golpe muy fuerte en la sien me tiró al suelo de frente y mi pistola rodó por el suelo. Un segundo golpe me apagó las luces definitivamente... Y todo se volvió negro...

De nuevo me acordé de que era un capullo...

1 comentario:

Nicasia dijo...

sigue maldito, sigueeeee