martes, 8 de julio de 2008

Sombras de muerte (capitulo 1)

Las luces de la ciudad se volvían jirones de luz sin forma que el coche dejaba atrás. En su mente solo había dos palabras, dos palabras que palpitaban con fuerza , "Le encontré". Dos años había durado su agonía. Dos años en los que su vida se había ido pudriendo a la par que su corazón. En el pasado había sido un hombre con un trabajo, una novia y una vida. Y en una sola noche todo se vino abajo...
En su cadera notaba el frío del acero. Nunca había llevado una pistola. Eduardo le había dicho que para asegurase lo mejor era poner la pistola directamente en el cuerpo antes de disparar. Por un momento no se vió capaz de hacerlo, pero ese era el que había destrozado su mundo. Las ordenes del gps y los movimientos en la carretera eran cosas secundarias, su corazón solo palpitaba ira. El coche dió un último giro y lo aparcó cerca de la puerta de la casa. Mientras subía la escalera, sus músculos se tensaban. El momento que había esperado durante tanto tiempo estaba frente a él. Se paró frente a la puerta. Ya no tenía trabajo, su familia no le hablaba, sus amigos le rehuían, y ella. Ella ya no estaba. Y el cabrón que se la arrebató estaba tras la puerta. Su dedo se posó tembloroso sobre el timbre y lo apretó.



La vida era una mierda, vivir en un cuarto de 20 metros cuadrados, donde apilaba cajas de pizzas vacias y latas de refresco. De vez en cuando se escapaba de noche a la tienda de 24 horas de la esquina, pero muy tarde en la ,madrugada. Hacía casi 2 años que no se cruzaba con ninguna persona. No quería volver a verles.
Muchas veces había pensado en arrancarse los ojos. Pero no tenía coraje. El dinero de la venta de la casa de sus padres empezaba a escasear y el trabajo en el periódico no reportaba mucho dinero. Redactar horóscopos, era irónico. Su casa estaba vacía, como su vida. Desde la muerte de su madre, su padre le había pegado día tras día. A veces eran golpes leves, pero otras veces eran palizas que le hacían caer inconsciente. Su oido izquierdo, estaba dañado y apenas oía nada. Pero desde su muerte, estaba solo. El ser humano era muy extraño, llegó a odiarle en muchas ocasiones, pero ahora le echaba tanto de menos.
El sonido del timbre le hizo salir de sus pensamientos. ¿La pizza? Normalmente tardaban media hora, y habría llamado hace unos 15 minutos... Bueno, comer relaja...
Se acercó a la puerta , y fué a recoger el sobre de la mesa para meterlo por debajo de la puerta, como siempre.
Pero sonó el timbre de nuevo. Que raro, Carlos nunca llamaba dos veces... Con miedo acercó su ojo a la mirilla , pero la visión estaba obstruida...
-¿Hola...?
El timbre sonó de nuevo y se sobresaltó.
Abrió timidamente la puerta y miró por la leve apertura, frente a él había un muchacho alto, con barba de varios días y mirada perdida.
Vió su cuerpo tensarse y propinar una patada a la puerta, que se abrió de par en par , lanzándolo al suelo.





Tardaba en abrirse la puerta.Había llamado varias veces. Incluso había colocado la pistola en el agujero de la mirilla, como en las películas, perono disparó porque podría haber fallado. En cuanto vió que abrió un poco la puerta, descubrió que era su momento. Sin pensarlo dos veces, empujó la puerta con el pie y se abalanzó sobre el desorientado asesino. Su cuerpo se movía solo. El primer golpe en la cara, dibujó una linea de sangre por el suelo, pero tras este, cayeron muchos más. Uno tras otro caían los puños, y con cada ataque lanzaba un insulto. Tras unos cuantos golpes, se dió cuenta que todavía tenía la pistola en la mano y podía dispararse con los movimientos. Se levantó guardando la pistola en su cadera, dejando al maldito objeto de su odio con la cara ensangrentada y jadeando sobre el suelo. Se dirigió a la puerta y la cerró.


Había perdido uno o dos dientes y la boca le sabía a hierro. La visión estaba borrosa, y sabía que cualquier otro hubiera ya caido inconsciente, pero las repetidas palizas de su padre le habían hecho bastante resistente. Trató de darse la vuelta e incorporarse. Gateaba con dificultad sin apenas ver lo que había frente así, el único oido que le quedaba pitaba ensordecedoramente. Su mano agarró algo e hizo el ademán de apoyarse en ello para alzarse.



En cuanto cerró la puerta y se aseguró que no había ruido en el pasillo, volvió su mirada hacia él. Todavía no había terminado,su agonía tenía que igualar al pecado. El muy ruín se había movido un poco e intentaba levantarse apoyandose en una estantería. Se movió rápido y le tiró la estantería encima. Pesadamente un estruendo llenó la sala. Bajo el amasijo de libros y maderos rotos, se oyó un quejido quedo. Agarró una de las piernas y lo saco de allí.

-Mirame a la cara, pedazo de cabrón, ¿Sabes quien soy?

La mirada del muchacho estaba desenfocada y su rostro manaba sangre desde varios puntos...

-N..no.....no lo sé...

Esa respuesta le llenó aun más de odio si cabe. Encima de todo no se acordaba de él ni de ella. Sin dar tiempo para mas volvió a golpearle, una y otra vez. Y así estuvo un largo rato hasta que le sangraban los nudillos y la cara del muchacho estaba tan demacrada que apenas se reconocía como humana.

El timbre volvió a sonar y su puño se quedo parado en el aire mientras que sus ojos miraban la puerta.

-L....la pizza.....sobre.... en.... en la mesa.... debajo de... debajo de la puerta.- dijo el muchacho mientras escupía un diente

La situación era absurda pero no podía permitirse destrozar ese momento ahora, llevaba 2 años esperando a este momento. Le dejó tirado y se dirigió a la mesa. Sobre ésta había un sobre en el que ponía Carlos. Lo llevó a la puerta y se giró. Desde el suelo el muchacho con la cara demacrada hizo el ademan de deslizar algo por el suelo...
Asi lo hizo, puso el sobre bajo la puerta y lo deslizó. Notó como alguien lo cogía y oyó el ruido de dejar algo sobre el felpudo.

-Buen provecho Daniel... Y gracias.... - sonó desde el otro lado de la puerta.

En el suelo , mientras luchaba por respirar y con una voz tan débil que apenas se escuchó, Daniel contestó:

-A ti....Car....los...

Esto era cansino. El hombre sacó la pistola de su cadera y se sentó pesadamente sobre una silla de la mesa. Sus brazos y nudillos le dolían... Y empezó a llorar, todo esto le desboradab. Él no era así... odiaba la violencia. Ese cabrón, ese tal Daniel le había cambiado. Eloisa, ojala estuvieras aquí....

El muchacho sanguinoliente tumbado en el suelo, noto como la negrura le envolvía y perdió la consciencia...

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